Hígado graso es una enfermedad que se caracteriza por acumulación de ácidos grasos y triglicéridos en las células hepáticas (hepatocitos).

El hígado es el laboratorio del cuerpo, se encarga de procesar los alimentos y las medicinas ingeridas; a veces, su función no es perfecta y se produce un acumulo o estancamiento de grasa dentro de sus células.

La grasa puede estar dentro del hígado sin producir daño (esteatosis) pero, en algunos casos y con el paso del tiempo, la grasa provoca una inflamación del hígado (lo que llamamos esteatohepatitis). A la inflamación le sigue una cicatrización o fibrosis, de modo que el tejido sano y funcionante es sustituido lentamente por bandas de cicatrices que surcan el hígado y lo deforman. La superficie lisa y blanda del hígado se transforma en abollonada y dura. Esto es la cirrosis del hígado.

Estas cicatrices, por una parte, no desarrollan la función del tejido hepático sano, con lo cual disminuye la actividad de laboratorio necesaria para el organismo y, por otra, obstruyen y dificultan la circulación de la sangre dentro del hígado, lo que dará lugar a su estancamiento en las venas del territorio abdominal, complicación que se llama hipertensión portal.

Una vez que la grasa se acumula en el hígado se pueden dar estos tres estadios: esteatosis simple, esteatohepatitis y fibrosis o cirrosis. No es un camino obligatorio en todos los casos, la gran mayoría de las personas afectadas no pasaran del primer estadio, solo en unas pocas la lesión avanzará y progresará a cirrosis.

El pronóstico es bueno para la esteatosis, siendo la esteatohepatitis un escenario más proclive al desarrollo de cirrosis.

La cirrosis es la fase final a la que llega la inflamación del hígado que persiste en el tiempo de manera crónica ya sea originada por el alcohol, por los virus de la hepatitis, por la grasa o por una combinación de estos factores etiológicos.

Actualmente el hígado graso es la enfermedad hepática mas frecuente. Se estima que una de cada cuatro personas la padecen, y, previsiblemente, irá en aumento debido a nuestros hábitos de vida.

No sabemos por qué, en estas personas, el hígado no es capaz de deshacerse de la grasa. Sabemos que suele ocurrir en aquellas con sobrepeso, o con diabetes del adulto, o en las que tienen aumento del colesterol o triglicéridos en sangre. Con frecuencia se dan juntas estas tres alteraciones (se suele añadir además una elevación de la tensión arterial) siendo entonces catalogada como portadora de “síndrome metabólico”. Este síndrome predispone a la arterioesclerosis y por tanto, a sufrir enfermedades vasculares ( infartos cardiacos o embolias cerebrales).

Se cree que la causa de todo este espectro de patología es una falta de respuesta a la insulina que nuestro organismo produce.

El diagnostico seguro se hace mediante biopsia hepática, pero no suele ser necesario ya que el médico llegara a esta conclusión al observar la concurrencia de: una elevación de transaminasas en los análisis de sangre, en la ecografía la constatación de un hígado brillante debido al deposito de grasa, y ello en una persona que no bebe alcohol en cantidad peligrosa ni padece una hepatitis viral, y que además, suele tener hipertensión, diabetes, sobrepeso o hiperlipidemia en sangre.

Por lo general no da síntomas, si acaso una sensación de malestar o presión en el lado derecho y superior del abdomen, debajo de las costillas.

En cuanto al tratamiento nuestro esfuerzo va dirigido a eliminar los factores de riesgo para que la enfermedad no avance y por lo tanto se detenga en el primer estadio de grasa sin producir inflamación ni fibrosis. Hay estudios en marcha con medicamentos prometedores pero actualmente el pilar principal es la prevención.

Por ello se recomienda:

  • Eliminar el sobrepeso.
  • Realizar ejercicio diario: caminar, al menos, media hora cada día.
  • Llevar una dieta rica en grasa beneficiosa: aceite de oliva, maíz o de soja, frutos secos, pescados como el atún, sardina, trucha o salmón; así como en antioxidantes: frutas y verduras. Y evitar la grasa peligrosa: mantequilla, embutidos, carne de cerdo, cordero, leche entera, queso curado.
  • Moderar la ingesta de alcohol, de manera que el máximo aconsejado es, un vaso de vino o una caña de cerveza al día para los hombres y la mitad para las mujeres.
  • Mantener controlado el nivel de azúcar, de colesterol o de ácido úrico así como las cifras de tensión arterial.

En resumen el hígado graso es una enfermedad, en general, benigna si mantenemos unos hábitos de vida saludables, sin embargo puede conducir a la cirrosis y a sus complicaciones (cáncer, trasplante, etc) si la vida sedentaria y la comida no adecuada entran en nuestra rutina diaria.

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