El asma es la enfermedad crónica más frecuente en la infancia. Se calcula que uno de cada diez chavales la padece y es más frecuente en los niños que en las niñas. Sin embargo, esta enfermedad no tiene porqué condicionar la vida de los pequeños

¿Qué le pasa al niño? ¡No puede respirar! ¡Parece que se está ahogando! Ésta es la sensación de angustia que experimentan muchos padres cuando su hijo presenta, por vez primera, síntomas de estar sufriendo una crisis asmática.

Hasta hace pocos años, la información sobre esta enfermedad no estaba lo suficientemente difundida y saber qué era lo que le estaba ocurriendo al niño y cómo afrontar el ataque no suponía, precisamente, una tarea sencilla.

Y es que no hay que remontarse muchos años atrás para conocer la definición de asma. Fue en 1987 cuando fue descrito como “un síndrome clínico caracterizado por una respuesta exagerada de la tráquea y los bronquios a diferentes estímulos”.

En este síndrome los síntomas varían en intensidad desde leves e intermitentes a severos y perennes.

Algunos de estos síntomas son la tos, la opresión, una especie de pitido al respirar o disnea (dificultad para respirar).

Estos episodios pueden producirse de forma espontánea o, en otras ocasiones, como respuesta a factores desencadenantes.

Entre ellos se encuentran los siguientes: humo de tabaco, polvo, polen, ejercicio, infecciones virales como el resfriado común; animales de pelo, productos químicos en el aire o en los alimentos, moho, cambios en el agua, emociones fuertes, la aspirina y otros medicamentos.

¿Cuándo aparece?

El hecho es que el asma es la enfermedad crónica más frecuente en la infancia y tiene, aproximadamente, el doble de prevalencia en los niños que en las niñas, aunque el porcentaje se iguala hacia los 30 años.

Los síntomas iniciales aparecen en los primeros años de vida. En concreto, más de la mitad de los asmáticos tiene su primera crisis antes de los cuatro años.

Se estima que uno de cada diez niños padece asma, pero este hecho no tiene por qué condicionar su calidad de vida. Durante el curso escolar existen dos momentos difíciles para los niños con asma.

El primero se produce coincidiendo con el inicio del curso debido al estrés y las variaciones de temperatura. El segundo tiene lugar al llegar la primavera, ya que hay un incremento del polen de las gramíneas.

No hay que olvidar que seis de cada diez asmáticos son alérgicos a este tipo de polen, por lo que no es raro que en este periodo se produzcan la mayoría de las crisis.

Curiosamente, a pesar de que en los últimos 15 años la incidencia del asma infantil no ha dejado de crecer, en los últimos meses han aparecido estudios que prueban un cambio de tendencia.

En concreto, especialistas de la Universidad de Maastricht (Holanda) aseguran que los síntomas de esta enfermedad han empezado a descender.

“El asma se diagnostica y se trata precozmente con corticoides inhalados, lo que permite que en muchos casos desaparezcan los síntomas respiratorios”, afirman.

Los padres han de saber que, si un pequeño presenta alguno de los síntomas descritos, deben buscar asistencia médica de inmediato. Una vez que el niño es diagnosticado, existen dos clases de medicamentos para el tratamiento del asma.

Por un lado, aparecen los de control a largo plazo, que se utilizan de forma regular para prevenir los ataques. Por otro, están los tratamientos de alivio rápido o rescate, que se usan para aliviar los síntomas durante un ataque.

A pesar de ser una enfermedad crónica, el asma no debe condicionar la vida de los niños. Es más, antaño existía gran preocupación sobre el efecto que podía causar la práctica de ejercicio físico. Hoy se sabe que el deporte controlado y el juego aportan muchos beneficios al niño con asma. El ejercicio no cura esta enfermedad, pero sí enseña y ayuda a vivir mejor con ella.

¡Ojo en casa!

  • Eliminar el consumo de tabaco en casa.
  • Mantener los niveles de humedad bajos y reparar las filtracioes puede reducir el crecimiento de organismos como el moho.
  • Cubrir los colchones con fundas de poliuretano "a prueba de alergias" para reducir la exposición a los ácaros del polvo.
  • Comprar detergentes y productos de limpieza sin aroma.
  • Ventilar la vivienda unos 15 minutos qal día, preferiblemente por la mañana y despues cerrar ventanas y puertas, en especial las del dormitorio.
  • Eliminar moquetas, alfombras, tapicerías, peluches, libros, pósters, cortinas, etc.
  • Cambiar la ropa de la cama dos veces por semana lavándola a temperatura de 60º.
  • No utilizar escoba, mejor aspirador controlando la limpieza de los filtros.
  • Evitar las mantas, mejor usar edredón tipo nórdico acrílico.
  • Si es posible, no tener animales en casa. Si se tienen, evitar que el animal entre en el dormitorio del niño. Lavarlo una vez por semana y utilizar un producto que reduzca su carga alergénica.
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