Las tradicionales comidas y cenas que conllevan las fechas navideñas, así como las habituales quedadas con amigos y familiares, suelen provocar ciertos excesos. Estos días es frecuente consumir menús y recetas más elaboradas, con salsas e ingredientes hipercalóricos; aumenta la ingesta de dulces y postres; es más habitual quedar para el vermú o el tardeo antes de los encuentros familiares, por lo que suelen aumentar también el consumo de bebidas alcohólicas, y se suele abandonar o practicar más esporádicamente el deporte. Unas costumbres que, si se llevan a cabo siguiendo ciertas normas de alimentación y hábitos saludables, limitando los excesos y realizando ejercicio los días no señalados, en principio no conllevan excesivo riesgo, pero que si se prolongan durante todas las festividades pueden generar secuelas notables en el organismo (dolencias estomacales, sobrepeso, riesgo cardiovascular, diabetes o hipertensión, entre otras).

De hecho, dicen los expertos que, si una persona limita los excesos a los cinco días de obligada celebración, lo normal es aumentar medio kilo en el peso. Sin embargo, son muchos los que se abandonan nada más empezar diciembre hasta el Día de Reyes ganando de media entre tres y cinco kilos. Por este motivo, los especialistas indican que darse un atracón durante estas semanas, con la promesa de remediarlo todo en enero a base de gimnasio y otras medidas como dietas restrictivas y marcándose metas poco realistas y difíciles de lograr, no es bueno. No hay que ignorar que cuanto más largo es el periodo de excesos, más trabajo cuesta retomar los hábitos.  
El cuerpo agradece las rutinas y se resiente con los excesos, sean del tipo que sean, por ello, la moderación es siempre el mejor consejo. Además, los profesionales recomiendan mantener unos hábitos saludables durante todo el año, no solo tras la Navidad o el verano con objetivos que conlleven resultados rápidos.

A continuación, indicamos algunos sencillos consejos sobre alimentación y hábitos saludables al alcance de la gran mayoría para cuidarse durante todo el año y vivir más y mejor:

  • Mantener unos hábitos previsibles. Nuestro organismo agradece la rutina y la regularidad, por ello es necesario tener unos horarios similares para levantarse e irse a dormir, comer, practicar deporte… Esto reduce el estrés físico y mantiene el equilibrio interno.
  • Seguir una dieta equilibrada basada en la ingesta de productos naturales, frescos y de temporada para garantizar que nos alimentamos con la mayor cantidad de nutrientes.
  • Comer con tiempo y de manera consciente, responsable y saludable, sin ansiedad y tomando raciones modestas.  Además, es aconsejable consumir tres raciones de pescado a la semana y tomar al menos cinco raciones diarias de fruta y verdura. No obstante, también es necesario tener cierta “flexibilidad” y en ocasiones puntuales ingerir otro tipo de alimentos. No hay que obsesionarse.
  • Mantenerse en un peso saludable. El sobrepeso aumenta el riesgo de padecer algunas enfermedades crónicas como cardiopatías, artritis y diabetes
  • Realizar actividad física, caminar y estar activo es la mejor receta contra el sedentarismo que a veces provocan las largas jornadas de trabajo. No moverse afecta al metabolismo e influye sobre los valores de grasa, colesterol, azúcar en sangre o la presión arterial. Sin embargo, realizar actividad física tiene beneficios tanto a nivel físico como neurológico y emocional.
  • Relajarse y buscar espacios para desconectar. Está demostrado que el estrés laboral enferma y por ello es necesario sacar tiempo para dar un paseo al aire libre durante la hora de comer o ir al gimnasio después del trabajo, por ejemplo. Además, en el propio lugar de trabajo, siempre que sea posible, se recomienda hacer pequeñas pausas, caminar o moverse mientras se habla por teléfono o se realiza alguna tarea.
  • Mantener una buena postura corporal es importante para evitar problemas de cuello y espalda, dolores de cabeza, problemas maxilares, artritis, mala circulación, dolores musculares, trastornos respiratorios, malas digestiones, estreñimiento, fatiga, problemas neurológicos y disfunciones generales en todo el organismo.
  • Tener metas y nuevos propósitos. Esto nos ayuda a mantenernos enfocados y estimulados en lograr objetivos que nos permiten realizarnos. Además, mantener la mente activa es positivo para prevenir enfermedades degenerativas neurológicas. También es importante tener aficiones que nos permitan disfrutar con otras personas.
  • Reír es un muy buen hábito que libera endorfinas y serotonina, transmisores que mitigan los dolores y aumentan el bienestar.

Y además de estos consejos que conviene seguir, también hay hábitos que se deberían evitar:

  • El tabaco. Fumar es, junto con el sobrepeso, el principal factor de riesgo para prácticamente todas las enfermedades crónicas.
  • Las dietas de “moda” que aseguran resultados rápidos y milagrosos. Lo mejor es seguir una dieta equilibrada y saludable, sin obsesionarse y permitiéndose también consumir de vez en cuando otro tipo de alimentos.
  • Los productos desintoxicantes ya que pueden dañar nuestro organismo. El cuerpo ya sabe hacer esa función de “limpieza” usando los riñones, el hígado, las glándulas sudoríparas, los pulmones y el sistema digestivo.
  • Las quemaduras solares. Los daños cutáneos pueden tener efectos serios a largo plazo, así que mejor protegerse sin olvidarse de las zonas de difícil acceso, como la parte superior de las orejas, el cuello o la piel de la cabeza (¡usa sombrero!).
  • No utilizar el calzado adecuado. Unos zapatos incómodos producen de forma repetida inflamaciones innecesarias en los pies. Lo mejor es llevar calzado cómodo para aliviar también la presión sobre las articulaciones y la región lumbar.
  • El insomnio. La falta de sueño causa irritación, fatiga y falta de coordinación, también puede provocar hipertensión, desorientación, trastornos de atención, adiposidad, enfermedades cardiovasculares o depresión. Evita la cafeína a partir de las 14 horas y no tengas aparatos eléctricos en el dormitorio.